Consulta de cardiología, ¿en qué consiste?

La consulta de cardiología está enfocada en el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de enfermedades del corazón y del sistema circulatorio. A través de un diagnóstico y una evaluación personalizada, el cardiólogo analiza síntomas, antecedentes personales y factores de riesgo con el objetivo de preservar la salud cardiovascular del paciente y prevenir posibles complicaciones.

Durante la consulta, el especialista puede solicitar pruebas complementarias como electrocardiograma (ECG), ecocardiograma, análisis de sangre o pruebas de esfuerzo, en función del motivo de consulta o el historial médico del paciente (en función de la prueba, puede no estar incluida en la propia consulta).

Esta consulta se realiza de forma presencial en nuestros Hospitales y Centros Médicos propios. Te cuidamos tengas o no seguro de Sanitas.

¿A quién está dirigida la consulta de cardiología?

La consulta de cardiología está indicada para cualquier persona que requiera evaluación o seguimiento de su salud cardiovascular. Está especialmente recomendada para:

Pacientes con enfermedades cardíacas diagnosticadas: como hipertensión arterial, arritmias, insuficiencia cardíaca, cardiopatía isquémica o antecedentes de infarto.
Personas con síntomas compatibles con trastornos cardíacos, como dolor en el pecho, palpitaciones, sensación de falta de aire, mareos, fatiga inusual o hinchazón en las extremidades.
Pacientes en tratamiento con fármacos cardiovasculares que necesiten seguimiento, control de efectos secundarios o ajuste de medicación.
Personas con factores de riesgo cardiovascular como tabaquismo, colesterol elevado, obesidad, diabetes o antecedentes familiares de enfermedades del corazón.
Quienes buscan una valoración preventiva, chequeo cardíaco o una segunda opinión médica antes de iniciar actividad física intensa o procedimientos quirúrgicos.

¿Cuándo es recomendable acudir al cardiólogo?

Se recomienda consultar con un cardiólogo en los siguientes casos:

Dolor o presión en el pecho durante el esfuerzo o en reposo.
Palpitaciones, taquicardias o sensación de latidos irregulares.
Dificultad para respirar sin causa aparente.
Mareos frecuentes o desmayos.
Factores de riesgo cardiovascular o antecedentes familiares de enfermedad cardíaca.
Revisión médica antes de iniciar actividad física exigente.